Sólo aquel que lo vive, sabe lo que es sentir tanta tristeza, tanto dolor, tanta ausencia. No importa por quien llores, lo único que lo cuantifica, son los hilos que te unen a esa persona. No creo que halla suficientes palabras para poder definirlo, y yo, un no docto en la materia, esta perdida me queda demasiado grande para definirla.
Pero ella, mi madre, es de esas personas que se merece que haga ese esfuerzo, y es por eso que le dedico estos poemas, para que este donde este, pueda escucharlos.
I
Sin miedo,
y hastiada de tanta incomprensión,
decidiste romper
los finos hilos que a la vida te unían.
No, no podías burlar más a la muerte,
y lo sabías,
demasiados días mirándole a los ojos,
comprendiendo su anhelo.
Así que,
con valentia y serenidad,
algo le musitaste
a través de la espesa noche,
y te fuiste,
en paz,
sin miedo,
sumida en un dulce sueño.
II
Atravesaste el espejo
y tu imagen se diluyo.
Vuelas ahora
en ese espacio infinito,
ese en el cual,
sólo los ojos ciegos pueden ver,
al encuentro de tus ancestros,
de un lugar en la inmensidad;
aquí y ahora,
sólo queda tu recuerdo.
Ya nada sientes,
y sin embargo,
en todos los rincones te sentimos.
Atrapaste con tus dedos esa etérea nube,
esa a la cual mil formas le diste,
pronto, demasiado pronto,
y ahora vuelas,
lejos, demasiado lejos,
al otro lado del espejo.
III
Aquí ya no hay forma,
sólo ausencia,
una línea invisible
que todo une.
Aquí ya no hay miradas,
sólo lágrimas,
una ola solitaria
que todo inunda.
IV
Sabedora de todo nuestro amor,
dejaste el cuerpo
y te alzaste en energía.
Se que nos vistes,
y que hubieras deseado consolarnos,
pero tus leyes,
ya no son las nuestras.
Oh madre,
sentí el roce de tu libertad
y alce la vista con deseo,
pero todo era vacio, oscuridad,
ojos repletos de destellos.
Pero sé algo hermoso,
que por las mañanas
te podré buscar en el rocío
o en la luz del alba,
en la lluvia
o en los rios que crea,
en las flores o en sus aromas,
en una mariposa, o en el viento que la lleva.
Por las noches,
en las estrellas o en un cometa errante,
en el canto del búho
o en la quietud del bosque,
en el silencio
o en la soledad que le acompaña,
será hermoso.
IV
Corazón blando
inundado de pena,
pues todo yo
soy tristeza.
Mis ojos son tristeza,
y mi llanto es tristeza,
mi voz es tristeza,
y mis pasos son tristeza,
mi sangre es tristeza,
y mis sueños son tristeza;
tanta tristeza aflige el deseo.
Late corazón, late,
late por los dos.
Sin miedo,
y hastiada de tanta incomprensión,
decidiste romper
los finos hilos que a la vida te unían.
No, no podías burlar más a la muerte,
y lo sabías,
demasiados días mirándole a los ojos,
comprendiendo su anhelo.
Así que,
con valentia y serenidad,
algo le musitaste
a través de la espesa noche,
y te fuiste,
en paz,
sin miedo,
sumida en un dulce sueño.
II
Atravesaste el espejo
y tu imagen se diluyo.
Vuelas ahora
en ese espacio infinito,
ese en el cual,
sólo los ojos ciegos pueden ver,
al encuentro de tus ancestros,
de un lugar en la inmensidad;
aquí y ahora,
sólo queda tu recuerdo.
Ya nada sientes,
y sin embargo,
en todos los rincones te sentimos.
Atrapaste con tus dedos esa etérea nube,
esa a la cual mil formas le diste,
pronto, demasiado pronto,
y ahora vuelas,
lejos, demasiado lejos,
al otro lado del espejo.
III
Aquí ya no hay forma,
sólo ausencia,
una línea invisible
que todo une.
Aquí ya no hay miradas,
sólo lágrimas,
una ola solitaria
que todo inunda.
IV
Sabedora de todo nuestro amor,
dejaste el cuerpo
y te alzaste en energía.
Se que nos vistes,
y que hubieras deseado consolarnos,
pero tus leyes,
ya no son las nuestras.
Oh madre,
sentí el roce de tu libertad
y alce la vista con deseo,
pero todo era vacio, oscuridad,
ojos repletos de destellos.
Pero sé algo hermoso,
que por las mañanas
te podré buscar en el rocío
o en la luz del alba,
en la lluvia
o en los rios que crea,
en las flores o en sus aromas,
en una mariposa, o en el viento que la lleva.
Por las noches,
en las estrellas o en un cometa errante,
en el canto del búho
o en la quietud del bosque,
en el silencio
o en la soledad que le acompaña,
será hermoso.
IV
Corazón blando
inundado de pena,
pues todo yo
soy tristeza.
Mis ojos son tristeza,
y mi llanto es tristeza,
mi voz es tristeza,
y mis pasos son tristeza,
mi sangre es tristeza,
y mis sueños son tristeza;
tanta tristeza aflige el deseo.
Late corazón, late,
late por los dos.
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